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Crítica - Color out of Space (2019).

La pesadilla de Lovecraft cobra vida gracias al director Richard Stanley.






Color out of Space – Nathan (Nicolas Cage) y Theresa Gardner (Joely Richardson) están viviendo una vida de granja aparentemente idílica en la Nueva Inglaterra rural, ignorando el mundo exterior.
La familia – que también incluye a la hija adolescente wiccana Lavinia (Madeleine Arthur), al hijo adolescente drogadicto Benny (Brendan Meyer), y al niño pequeño Jack (Julian Hilliard) – han pasado por un trauma reciente en forma de cáncer de mama de Theresa.

Pero eso no durará, porque una noche, un meteorito se estrella en la granja de Gardner, desatando una ola de locura y todo lo que podáis imaginar, en la familia.

Esta película trasciende lo extraño, sumergiéndose en un territorio para el que no creo que hayan inventado palabras todavía. Parte de eso tiene que ver con el tono esquizofrénico de la obra.
Richard Stanley ha evocado algunas imágenes verdaderamente pesadillescas, la mayoría de las cuales involucran horror corporal que convierte a la gente en abominaciones mutadas como arañas.

Mientras el meteorito desata todo tipo de toxicidad alienígena en el aire y lentamente vuelve loca a la familia, es el Nathan de Cage, el que se vuelve más loco, lo que significa que podemos ver escena tras escena de Cage de lo mas histriónico.
Cage en estado puro vaya.



Delirio visual…


Stanley puede no ser capaz de exprimir grandes actuaciones de su reparto, pero es capaz de conjurar muchas imágenes angustiosas, y a veces absolutamente aterradoras (un momento en el que dos personajes tienen sus cuerpos fusionados y se reducen a una masa retorcida de carne mojada, de color blanco pescado, que garantiza que te dará escalofríos).

El ruido juega un papel importante en la película, subiendo el sonido a niveles extremos, tanto que puedes sentir los dientes en tu boca empezando a vibrar.

También hay un constante silbido que resuena en casi todas las escenas, una elección que se vuelve tediosa e incluso dolorosa después de un tiempo
Todo esto trabaja para crear una sobrecarga sensorial, y que hace de ella, una película que te drena emocional y mentalmente.

No es una experiencia del todo placentera, pero es probablemente el tipo exacto de pesadilla, reflejada en pantalla grande, que haría que H.P. Lovecraft se sintiera orgulloso.

Valoración★★★




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