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Critica de The Furious (2025)

 The Furious: adrenalina pura que quema los sentidos




The furious poster




58º Sitges Film Festival 2025 

Hay películas que no buscan convencer: te asaltan, te sacuden y te dejan exhausto. The Furious pertenece a esa estirpe. Una experiencia de acción total, salvaje y catártica que redefine lo que significa el combate físico en el cine contemporáneo.

Desde su primera secuencia, la película marca su territorio con una confianza casi temeraria. En cuestión de minutos, el espectador está inmerso en una vorágine de peleas, explosiones y acrobacias que no dan respiro. Cada plano, cada corte, cada impacto está pensado para sentirse en el cuerpo.


The Furious fotograma


La trama no pretende reinventar el género —dos hombres impulsados por la pérdida y la furia cruzan caminos en una ciudad que devora a los débiles—, pero la simplicidad narrativa juega a favor del ritmo: todo lo innecesario desaparece para dejar paso a la pura fisicidad.

Las coreografías de combate son, sin exagerar, una lección magistral. Espadas, martillos, flechas, bicicletas… cualquier objeto sirve como extensión del cuerpo. Lo que podría ser un caos visual se convierte en una danza precisa, filmada con una claridad que recuerda al mejor cine de acción asiático de los 90. Aquí cada golpe tiene peso, cada movimiento, intención.

Kenji Tanigaki —veterano coordinador de acrobacias convertido en director— demuestra una comprensión casi musical del ritmo cinematográfico. Sabe cuándo acelerar hasta el frenesí y cuándo dejar que un silencio o una mirada respiren. Su puesta en escena es elegante incluso en la brutalidad: convierte la violencia en un lenguaje visual.

Joe Taslim y Miao Xie cargan con el corazón de la película. Ambos logran transmitir un dolor genuino que se filtra entre las escenas más frenéticas, recordándonos que detrás de cada golpe hay una herida emocional. Los villanos, interpretados por Brian Le y Yayan Ruhian, aportan el equilibrio perfecto: ferocidad, carisma y un punto de locura.


The Furious fotograma


Sí, el metraje puede resultar agotador —casi dos horas de intensidad constante son una prueba física tanto para los personajes como para el espectador—, pero ese cansancio es parte de la experiencia. Cuando llega el último enfrentamiento, no solo has visto la película: la has sobrevivido.

En definitiva, The Furious es una descarga de adrenalina con alma. Una pieza de cine que no solo celebra la acción, sino la eleva a un arte. Vigorosa, hermosa y devastadora, confirma que el género sigue vivo cuando se filma con pasión, precisión y respeto por el movimiento.


Valoracion⭐⭐⭐⭐⭐ (de 5).


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