Critica de La vida de Chuck (2025)
La vida de Chuck: Flanagan mira la muerte con ojos de vida
58.º Sitges Film Festival 2025
La vida de Chuck es una de esas películas que miran la muerte sin morbo, con una serenidad casi poética. Mike Flanagan adapta el relato de Stephen King con un pulso más emocional que terrorífico, proponiendo una historia sobre el fin del mundo… y el comienzo de una vida. Vista en el 58.º Sitges Film Festival 2025, se erige como una fábula sobre la fragilidad, el amor y el rastro que dejamos al desaparecer.
La película se divide en tres actos narrados al revés, empezando por el colapso del mundo: un planeta que se apaga mientras en todas partes aparecen carteles que dicen “39 maravillosos años – Gracias, Chuck”. ¿Quién es ese Chuck? La respuesta se desvela a través de fragmentos de su vida, retrocediendo desde su muerte hasta su infancia, hasta llegar al origen de todo: un niño curioso, sensible y testigo de una extraña danza entre lo real y lo sobrenatural.
Flanagan se aleja del horror explícito y se adentra en el terreno de la melancolía cósmica. Su puesta en escena es íntima y grandiosa a la vez. La fotografía de Eben Bolter es hipnótica: luces cálidas, cielos en disolución, interiores cargados de memoria. La música de The Newton Brothers completa el tono de despedida, de viaje interior.
Tom Hiddleston interpreta a Chuck con una contención admirable. Su presencia es un ancla silenciosa, un hombre que irradia humanidad incluso en medio del colapso. Benjamin Pajak y Jacob Tremblay, como sus versiones jóvenes, aportan ternura y asombro. Y en los márgenes del relato, rostros conocidos del universo de Flanagan (Mark Hamill, Kate Siegel) aparecen como sombras que completan el mosaico emocional.
Sin embargo, no todo fluye con la misma fuerza. El filme se atreve con lo trascendental, pero en ocasiones cae en cierta sobreexplicación o sentimentalismo. Algunos pasajes buscan la emoción con insistencia, en lugar de dejar que llegue sola. Aun así, cuando Flanagan acierta —y lo hace a menudo—, toca fibras muy profundas: la secuencia del baile callejero, por ejemplo, es pura vida condensada, una celebración del instante antes del apagón final.
Más que un relato sobre la muerte, La vida de Chuck es un recordatorio de lo que significa estar vivos. Habla del tiempo, de los pequeños milagros y del valor de la conciencia. Su conclusión —ese silencio lleno de luz— no busca respuestas, sino aceptación.
La vida de Chuck no es perfecta, pero sí profundamente humana. Flanagan firma su obra más introspectiva, un homenaje a la existencia misma y al poder de los recuerdos. Una película que no aterra, sino que reconcilia. Cuando el último plano se desvanece, lo que queda no es miedo, sino gratitud...
Valoracion: ⭐⭐⭐⭐⭐( de 5 )





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