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Critica de We bury the dead (2025)

 

We Bury the Dead: la muerte que no perdona la espera


We bury the dead poster



58.º Sitges Film Festival 2025 

We Bury the Dead surge como un drama zombi meditativo que mezcla melancolía, horror y una búsqueda de cierre emocional tan ambiciosa como desigual. Visto en el 58.º Sitges Film Festival 2025, este filme protagonizado por Daisy Ridley logra momentos de belleza inquietante, aunque algunas de sus apuestas quedan a medio camino.

Desde su arranque, la película se plantea en tonos oscuros: un experimento militar falla y un pulso electromagnético hace que miles de personas mueran instantáneamente. Pero algunos regresan: zombis que no son agresivos en su totalidad, sino ecos pálidos de lo que alguna vez fueron. En ese mundo fragmentado aparece Ava (Daisy Ridley), quien se une a un equipo de recuperación de cuerpos con la esperanza de hallar a su marido desaparecido. A su lado está Clay (Brenton Thwaites), un compañero inesperado con un espíritu rebelde que actúa como contrapunto frente al luto y la desesperación.



We bury the dead fotograma



Lo más fascinante de We Bury the Dead es su capacidad para abordar el género zombi desde el duelo en lugar del terror visceral puro. Zak Hilditch opta por un ritmo pausado: los encuentros con los muertos son escasos al principio, inquietantes más por lo silencioso que por lo explícito. Pero cuando el horror se deja ver, tiene intensidad: cada aparición se siente significativa, acompañada por una tensión casi ritual.

Visualmente, la película es sobresaliente. La naturaleza devastada, los paisajes abiertos y el contraste entre luz y sombra componen cuadros de desolación que retumban en la memoria. El uso del sonido, desde gemidos apagados hasta crujidos cercanos, refuerza ese ambiente espectral. Ridley está muy bien: su Ava no es una heroína típica, sino alguien erosionada por la pérdida, herida pero decidida, cuyas emociones se revelan a través de miradas y silencios más que de discursos.

Sin embargo, We Bury the Dead tropieza en varios puntos. Primero: su gran apuesta final, tan ambiciosa como provocativa, termina por desconectarse del resto y dejar más preguntas que respuestas. Esa coda añade ideas de destino y renacimiento, pero no siempre se siente coherente con el viaje que hemos visto. 


We bury the dead fotograma


Segundo: aunque los ingredientes novedosos están ahí —el origen del brote, la aproximación más psicológica—, Hilditch nunca termina de alejarse del territorio familiar del cine de zombis y el dolor humano. Hay promesas de originalidad que se insinúan pero no siempre se exploran.

Pese a esos deslices, hay varios momentos que convulsionan: una escena de descubrimiento temprano que te sacude el pecho, el modo en que se entrecruzan pasado y presente, el peso emocional del silencio más que del acto violento.

We Bury the Dead es imperfecta, pero ambiciosa. No es el zombi que espera sangre a raudales, sino heridas abiertas y búsqueda existencial. Cuando acierta —y lo hace en sus mejores secuencias— impacta. Cuando duda, deja cicatrices. Su valentía para salirse del terreno trillado merece reconocimiento, aunque no siempre convenza del todo.


Valoracion⭐⭐⭐( de 5 )


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