28 años después (2025): crítica de la esperada secuela de Danny Boyle
28 Años Despues es una secuela inesperada que renueva el género zombi con estilo radical y una atmósfera pagana inolvidable
Título original | 28 Años Despues |
Director | Danny Boyle |
Guion | Alex Garland |
Reparto principal | Cillian Murphy, Imogen Poots, Aaron Taylor-Johnson |
Género | Terror, ciencia ficción, drama postapocalíptico |
Duración | 114 minutos |
Fecha de estreno | Junio de 2025 |
País | Reino Unido |
Secuelas previas | 28 días después (2002), 28 semanas después (2007) |
Después de más de dos décadas, Danny Boyle vuelve a un universo que redefinió el cine de infectados con 28 días después y su secuela 28 semanas después. Esta vez, el director británico no solo retoma las riendas del proyecto, sino que se atreve a reformular el tono y la estética de la saga en una tercera entrega que no teme ensuciarse, experimentar ni perturbar.
“28 años después” es una obra tan audaz como necesaria. Rodada en gran parte con iPhone 15 Pro, la película recupera la urgencia visual del primer filme, pero le añade una capa de crudeza rural que la convierte en una experiencia sensorial más cercana al folk horror que al cine de acción convencional.
La historia arranca con una premisa clásica: un nuevo brote del virus en Escocia obliga a un grupo de personajes dispares a enfrentarse tanto a los infectados como a la desintegración de sus creencias.
Sin embargo, lo que parece una simple aventura de supervivencia se convierte pronto en una exploración inquietante de la violencia tribal, la fe rota y los rituales atávicos. Aquí, el miedo no solo proviene de los infectados, sino de lo que los humanos son capaces de hacer cuando se enfrentan a su propia extinción.
El joven Alfie Williams sorprende como protagonista, con una actuación contenida pero profundamente emocional. Y Ralph Fiennes, en un papel secundario pero esencial, aporta gravedad y carisma a una historia que podría haber caído en el exceso.
Boyle, por su parte, se luce en la dirección con secuencias frenéticas, planos crudos y un ritmo que apenas da respiro. El uso del iPhone como herramienta principal de rodaje no es solo una decisión estética, sino conceptual: la cámara se convierte en un testigo más del caos, aportando realismo, inmediatez y una textura sucia que encaja perfectamente con la narrativa.
¿El punto flaco? El guion no siempre está a la altura. Algunas tramas quedan abiertas o parecen simplemente sembradas para lo que será la próxima entrega, “28 meses después (The Bone Temple)”, confirmada ya como continuación directa. El final abrupto y claramente diseñado para enlazar con esa secuela resta impacto a un desarrollo que, hasta entonces, había sido brillante.
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